Que el viento escuche mi voz
cuando cruzo por tu ventana
que mi alma no revele con vos
lo que mi corazón gana.
Que los gritos del alma
jugueteando en la armonía
pongan de nuevo en mí la calma
para no perderme en agonía.
Que las luces enciendan la palma
de lo que revienta el sendero
poniendo el firmamento a tiempo
mientras me quito el sombrero.
Que no se descubra el amor
que entonces gritar no quiero
pero espero atento a tu puerta
con la atención del pordiosero.
Que el encuentro sea tierno
entre los potes de vino
y que todos celebren
el logro del peregrino.
Jesús Hernando Camacho Mosquera.
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