Cuánto esperaba ésta dulzura
de mares y ríos cristalinos
para borrar por fin ésta amargura
y recorrer tu historia bella junto al vino.
Dónde cruzabas ángel mío
las esquinas capciosas de la tarde
donde escondías tu cuerpo de éste frío
y lacerabas mi alma para siempre.
Cómo adivinas los segundos
de un milagro tierno y pasajero
que me entrega lo bello de éste mundo
mientras aprieto al alma mi sombrero.
Cómo me abrazan los instantes
de caminos oscuros y dudosos
pero me enseña mi madre que valientes
no son sólo aquellos presurosos.
Vuelve memoria a recordarme
que una luz en la vida es necesaria
para abrir los ojos y quedarme
con el amor de una noche con historia.
Jesús Hernando Camacho Mosquera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario